Un abrazo de caminante del mismo
camino
Por esos días estábamos muy
pendientes de dos personas activas de la parroquia que estaban esperando los
resultados de los exámenes respectivos de biopsia de mama. Se tenía sospechas
de cáncer en ambos casos, aunque no se perdían las esperanzas de que no fuera.
Pero la vida es la que es, y en ese sentido hay que tomársela como viene. Suena
fácil decirlo pero en esas noticias las realidades emocionales son como son; es
decir, una cuerda floja.
El caso es que después de dos meses
a una de ellas le dieron la noticia afirmativa. Tenía cáncer. Estábamos un poco
tristes. Y a ella se le veía desmejorada a nivel emocional. ¡Y cómo no estarlo!
Los que pudimos del grupo le dimos nuestras palabras de aliento. Yo solamente
le dí un abrazo y le dije que sufriera y que no negara que sufría. No asumí la
posición de confortar sino que desde mi experiencia la abracé y le dije que esa
era su situación y que no se dejara invadir por nadie con palabras dulzonas que
en nada cambian la realidad. Ella al principio lloró pero sentí que se daba
valor para enfrentar su situación, por lo menos, en ese momento, porque “la procesión va por dentro”, como se
dice.
Si somos fieles a lo que se ha dicho
en los tres primeros capítulos es necesario no negar la realidad ni
disfrazarla. Lo que es, es. Tal cual. Desde mi experiencia vivida en carne
propia, y sin pretender colocar ningún modelo, esa tenía que ser y tiene que
ser la posición respetuosa. Nadie, ni el más cercano, puede sufrir lo que sufre
quien esté padeciendo emocionalmente ante esa noticia y ante esa realidad. ¡Qué
no es nada! ¡Váyase para la porra quien se atreva asumir esa postura! Porque es
mucho… Es cáncer… Y hay que dejar que cada proceso sea individual, comenzando
con toda la crisis de futuro que eso supone, precisamente, porque se pierde la
mirada al después de ese momento circunstancial. Es cuando el abrazo mudo dice
mucho y resulta muy alentador. Abrazo de compañero que camina por el mismo camino
y que sabe lo que es respetar-respetando.
Por esos mismos días estábamos a la
espera de la quinta quimioterapia. Pero, alguien me andaba asustando los burros
(véase el cuento de los cinco burros), ya que, me encontraron bajos los
glóbulos blancos y me retrasaron la aplicación de la quimio por un día. Los
glóbulos estaban en 1900. Lo bueno es que al siguiente examen de sangre los
glóbulos habían subido a 4150, en cinco días, lo que facilitaba las cosas y se
volvía a la aplicación del tratamiento. Menos mal. Todos estábamos gratamente
sorprendidos de los recursos que posee la naturaleza y sin forzar las
circunstancias el mismo cuerpo se había encargado de subir los glóbulos
blancos. Ahí estaban los resultados. No se había comido ni bebido nada para
hacer que así fuera. Juegan un papel muy importante las emociones y los estados
mentales, sobre todo si son positivos y optimistas. Si son optimistas y
positivos, tienden naturalmente a subir. Pero, si por el contrario, son
negativos o pesimistas, el mismo cuerpo se comprime en esa depresión y se
genera resultados negativos. La mente ayuda, definitivamente. El problema es
poder “quitarle el palo de escoba a la
loca de la casa”, como hemos dicho en otra parte.
Por esos mismos días la Dra.
regresaba de vacaciones. Pero nos trajo una noticia muy triste para sus
pacientes de por esos días del hospital Razetti: la Dra. se iba a Maracaibo, su
tierra natal, a trabajar y dejaría el hospital Razetti hacia finales de ese
mes. Eso nos tenía un poco tristes ya que se encariña con quienes tratamos, más
en esos casos como pacientes que estábamos más que agradecidos por tantas
dedicaciones. Pero se trata de que todos seamos felices y ella en su casa con
toda seguridad lo será de manera más plena y no podemos ser egoístas, aunque si
somos honestos, el amor es egoísta, ya que a quienes queremos los necesitamos y
los queremos cerca de nosotros. Pero se trata de salud mental por sobre todas
las cosas y el hecho de estar entre los nuestros es una garantía de que la Dra.
estará muy bien. Que le vaya bonito… muy bonito y que Dios la bendiga con mucha
alegría. Sobre todo que Dios le pague con mucha salud…
Tuve la siguiente consulta con la
Dra. La última con ella. Los glóbulos estaban en 4150. Habían subido de manera
natural. Me aplicaron la quinta quimio. Le llevé el borrador de este libro, de
lo que llevaba escrito hasta los momentos; es decir, hasta el capítulo
anterior, para que lo leyera y se lo llevara de recuerdo de este su paciente.
Ella ya sabía que se lo había dedicado y le había gustado mucho esa sorpresa
bonita de un paciente agradecido… Una locura de una persona agradecida… muy
agradecida. A este respecto considero que somos muy ingratos: siempre decimos
que estamos bien con la típica expresión de “gracias a Dios”. Sin duda que gracias a Dios porque Él es quien
decide y nos da las fuerzas y los medios para sanar. Pero casi nadie dice
después de agradecer a Dios, el nombre del médico o de los médicos que lo hayan
tratado en este o en cualquier otro caso. Ciertamente es Dios quien nos da el
regalo de la salud. Pero también es verdad que gracias a tal o cual médico esa
salud tocada ha sido o está siendo recuperada. En mi caso Dios me ha dado y me
está dando la salud sin duda. Pero tienen mucho que ver los médicos en la
recuperación. Así que “gracias a Dios y a
los médicos”. Dios me les pague…
Una vez terminada mi primera
aplicación de la quinta quimio, porque la segunda sería al día siguiente en el
oncológico, fui a despedirme de la Dra., ya que en dos semanas ella estaría
partiendo para Maracaibo. Nos dimos un abrazo sabroso. De esos que saben a una
sabrosura que uno no sabe explicar, tal vez, porque era recíproco. O, quizás,
porque era de agradecimiento, ya de paciente, ya de médico… Y no sigo porque
estoy llorando justo en este momento que estoy escribiendo… A estas alturas falta una quimioterapia y un
cuarto. Es decir, la segunda de la quinta y la sexta completa. Y todo va muy
bien. En esta quinta quimio vinieron los organizadores de los talleres de auto
ayuda para pacientes de quimio para conversar y me pidieron que a ellos les
gustaría que yo fuese un testimonio para otros pacientes. Les dije que mi
aporte está en este libro, y, en todo caso, no se descarta que me comprometa a
pertenecer a esa organización de ayuda. Con gusto, por supuesto.
La señora del abrazo… murió en ese
mismo año.
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