viernes, 30 de diciembre de 2016

Un abrazo de caminante del mismo camino



            Por esos días estábamos muy pendientes de dos personas activas de la parroquia que estaban esperando los resultados de los exámenes respectivos de biopsia de mama. Se tenía sospechas de cáncer en ambos casos, aunque no se perdían las esperanzas de que no fuera. Pero la vida es la que es, y en ese sentido hay que tomársela como viene. Suena fácil decirlo pero en esas noticias las realidades emocionales son como son; es decir, una cuerda floja.
            El caso es que después de dos meses a una de ellas le dieron la noticia afirmativa. Tenía cáncer. Estábamos un poco tristes. Y a ella se le veía desmejorada a nivel emocional. ¡Y cómo no estarlo! Los que pudimos del grupo le dimos nuestras palabras de aliento. Yo solamente le dí un abrazo y le dije que sufriera y que no negara que sufría. No asumí la posición de confortar sino que desde mi experiencia la abracé y le dije que esa era su situación y que no se dejara invadir por nadie con palabras dulzonas que en nada cambian la realidad. Ella al principio lloró pero sentí que se daba valor para enfrentar su situación, por lo menos, en ese momento, porque “la procesión va por dentro”, como se dice.
            Si somos fieles a lo que se ha dicho en los tres primeros capítulos es necesario no negar la realidad ni disfrazarla. Lo que es, es. Tal cual. Desde mi experiencia vivida en carne propia, y sin pretender colocar ningún modelo, esa tenía que ser y tiene que ser la posición respetuosa. Nadie, ni el más cercano, puede sufrir lo que sufre quien esté padeciendo emocionalmente ante esa noticia y ante esa realidad. ¡Qué no es nada! ¡Váyase para la porra quien se atreva asumir esa postura! Porque es mucho… Es cáncer… Y hay que dejar que cada proceso sea individual, comenzando con toda la crisis de futuro que eso supone, precisamente, porque se pierde la mirada al después de ese momento circunstancial. Es cuando el abrazo mudo dice mucho y resulta muy alentador. Abrazo de compañero que camina por el mismo camino y que sabe lo que es respetar-respetando.
            Por esos mismos días estábamos a la espera de la quinta quimioterapia. Pero, alguien me andaba asustando los burros (véase el cuento de los cinco burros), ya que, me encontraron bajos los glóbulos blancos y me retrasaron la aplicación de la quimio por un día. Los glóbulos estaban en 1900. Lo bueno es que al siguiente examen de sangre los glóbulos habían subido a 4150, en cinco días, lo que facilitaba las cosas y se volvía a la aplicación del tratamiento. Menos mal. Todos estábamos gratamente sorprendidos de los recursos que posee la naturaleza y sin forzar las circunstancias el mismo cuerpo se había encargado de subir los glóbulos blancos. Ahí estaban los resultados. No se había comido ni bebido nada para hacer que así fuera. Juegan un papel muy importante las emociones y los estados mentales, sobre todo si son positivos y optimistas. Si son optimistas y positivos, tienden naturalmente a subir. Pero, si por el contrario, son negativos o pesimistas, el mismo cuerpo se comprime en esa depresión y se genera resultados negativos. La mente ayuda, definitivamente. El problema es poder “quitarle el palo de escoba a la loca de la casa”, como hemos dicho en otra parte.
            Por esos mismos días la Dra. regresaba de vacaciones. Pero nos trajo una noticia muy triste para sus pacientes de por esos días del hospital Razetti: la Dra. se iba a Maracaibo, su tierra natal, a trabajar y dejaría el hospital Razetti hacia finales de ese mes. Eso nos tenía un poco tristes ya que se encariña con quienes tratamos, más en esos casos como pacientes que estábamos más que agradecidos por tantas dedicaciones. Pero se trata de que todos seamos felices y ella en su casa con toda seguridad lo será de manera más plena y no podemos ser egoístas, aunque si somos honestos, el amor es egoísta, ya que a quienes queremos los necesitamos y los queremos cerca de nosotros. Pero se trata de salud mental por sobre todas las cosas y el hecho de estar entre los nuestros es una garantía de que la Dra. estará muy bien. Que le vaya bonito… muy bonito y que Dios la bendiga con mucha alegría. Sobre todo que Dios le pague con mucha salud…
            Tuve la siguiente consulta con la Dra. La última con ella. Los glóbulos estaban en 4150. Habían subido de manera natural. Me aplicaron la quinta quimio. Le llevé el borrador de este libro, de lo que llevaba escrito hasta los momentos; es decir, hasta el capítulo anterior, para que lo leyera y se lo llevara de recuerdo de este su paciente. Ella ya sabía que se lo había dedicado y le había gustado mucho esa sorpresa bonita de un paciente agradecido… Una locura de una persona agradecida… muy agradecida. A este respecto considero que somos muy ingratos: siempre decimos que estamos bien con la típica expresión de “gracias a Dios”. Sin duda que gracias a Dios porque Él es quien decide y nos da las fuerzas y los medios para sanar. Pero casi nadie dice después de agradecer a Dios, el nombre del médico o de los médicos que lo hayan tratado en este o en cualquier otro caso. Ciertamente es Dios quien nos da el regalo de la salud. Pero también es verdad que gracias a tal o cual médico esa salud tocada ha sido o está siendo recuperada. En mi caso Dios me ha dado y me está dando la salud sin duda. Pero tienen mucho que ver los médicos en la recuperación. Así que “gracias a Dios y a los médicos”. Dios me les pague…
            Una vez terminada mi primera aplicación de la quinta quimio, porque la segunda sería al día siguiente en el oncológico, fui a despedirme de la Dra., ya que en dos semanas ella estaría partiendo para Maracaibo. Nos dimos un abrazo sabroso. De esos que saben a una sabrosura que uno no sabe explicar, tal vez, porque era recíproco. O, quizás, porque era de agradecimiento, ya de paciente, ya de médico… Y no sigo porque estoy llorando justo en este momento que estoy escribiendo…    A estas alturas falta una quimioterapia y un cuarto. Es decir, la segunda de la quinta y la sexta completa. Y todo va muy bien. En esta quinta quimio vinieron los organizadores de los talleres de auto ayuda para pacientes de quimio para conversar y me pidieron que a ellos les gustaría que yo fuese un testimonio para otros pacientes. Les dije que mi aporte está en este libro, y, en todo caso, no se descarta que me comprometa a pertenecer a esa organización de ayuda. Con gusto, por supuesto.

            La señora del abrazo… murió en ese mismo año.

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