La enseñanza del cuento de los
burros
Estamos casi en la recta final del tratamiento. Falta la última
aplicación y después vendrán todos los exámenes para verificar los resultados.
Ahora todas las expectativas están en si el cáncer ha sido vencido y en qué
medida, y la aplicación de radioterapias y cuántas. La loca de la casa se
encarga de revolver todo a su antojo, la imaginación como hemos dicho. Todo
pareciera indicar que se le ha ganado la pelea al cáncer. O, por lo menos, es
lo que se quiere como es de lógica el suponerlo, aunque no se niega una mínima
sospecha y de miedo…
En todo caso las cosas van como van.
Lo bonito de cómo vamos es que se ha generado un código de comunicación
especial para hablar y tratar de la realidad del cáncer. La idea del cuento del
hombre que tenía que llevar los cinco burros a otro pueblo ha sido nuestro
código-lenguaje. Todos los domingos antes de terminar la misa de las ocho de la
mañana le informo a la gente de mi situación de salud y la idea de los burros
ha sido la imagen que se ha utilizado para comunicarnos. De manera que cuando
les digo que en la semana los burros han estado tranquilos, ya los parroquianos
entienden que todo ha estado bien; o, cuando les he comunicado que tenía un
burro o dos burros perdidos han entendido que las cosas se han complicado, como
en el caso de los glóbulos blancos que estaban bajos, o, cuando se había
presentado la infección en la boca y en la nariz. Lo que había llevado a suspender
por una semana o por dos días la siguiente aplicación de la quimio. Por
supuesto que les he dado los detalles concretos e inmediatamente recurrimos a
la imagen de la pérdida de uno o dos burros, dependiendo del caso. Los
parroquianos se ríen y lo toman con frescura. Y eso nos ha hecho mucho bien.
Así que cuando vienen a saludarme y saber de mi salud, los que saben el
código-lenguaje, preguntan por los burros y les contesto dependiendo de cómo
haya estado o esté la situación en esos días: los burros están tranquilos, hay
uno que quiere quedarse, están comiendo, están amarrados… todo dependiendo del
momento y los días. Y se ha generado una cosa bonita realmente, que hasta nos
permite fantasear y pasarla bien en medio de la broma y de la seriedad del hecho
de tener cáncer. Muy positivo sin quererlo y nos ha permitido ver un poco más
allá de lo que tenemos en frente… Muy bueno ha sido…
-- ¿Cómo están los burros hoy?
-- En estos días han querido llamar
la atención… han estado buscando que yo los mande, pero los he dejado
quieticos… y como vieron que no les dije nada… siguieron caminando tranquilos….
Además, ya se ve a lo lejos el pueblo a donde vamos, y las cosas han estado
mejorando, por lo menos nos estamos acercando al pueblo… y eso ya es bastante…
De hecho falta la última
quimioterapia y todo pareciera indicar que estamos ganando la pelea… Pero todo
será cuando estemos entregando los burros en el pueblo… Todavía falta… Con
calma… Todavía hay que esperar cómo se van a comportar los burros en el resto del
camino que falta… Por ahora estamos viendo el pueblo… que antes no se veía por
la montaña y el camino que estaba muy cubierto de árboles… Ahora hay un claro y
estamos como viendo a donde es que vamos… pero…
En esos mismos días recibí un
e-mail, de esos que se mandan en cadena de uno a otro y así a muchos. Algunos
son muy tontos y muy romanticóides que dicen y no dicen nada y se fastidia uno
al abrirlos esperando algo útil. Pero entre tantos uno de ellos me gustó y lo
voy a colocar aquí porque considero que es de utilidad, por lo menos para mí y
para mi manera y línea de pensar. Extraigo el contenido:
Sacúdete:
Un día, el
burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal lloró fuertemente por
horas, mientras el campesino trataba de sacarlo sin éxito.
Finalmente el
campesino decidió que el animal ya estaba viejo, el pozo estaba seco, y
necesitaba ser tapado de todas formas y que realmente no valía la pena sacar el
burro.
Invitó a
todos sus vecinos para que vinieran a ayudarlo. Todos tomaron una pala y empezaron
a tirar tierra al pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y lloró
desconsoladamente. Luego, para sorpresa de todos, se tranquilizó. Después de
unas cuantas paladas de tierra, el campesino finalmente miró al fondo del pozo
y se sorprendió de lo que vio… Con cada palada de tierra, el burro estaba
haciendo algo increíble… Se sacudía la tierra y daba un paso hacia arriba…
mientras los vecinos seguían echando tierra encima del animal, él se sacudía y
daba un paso hacia arriba.
Pronto todo
el mundo vio sorprendido cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por
encima del borde y salió trotando…
La vida va a
tirarte tierra, todo tipo de tierra. El truco para salirse del pozo es
sacudírsela y dar un paso hacia arriba. Cada uno de nuestros problemas es un
escalón hacia arriba.
Y omito el final de ese e-mail porque termina con soluciones y
propuestas para lograr la felicidad de manera simplista, como recetario típico
de muchos e-mail de cadena que se reciben a diario. Por supuesto que el e-mail
recibido tenía un burrito en cada diapositiva del cuento que hacían muy ligero
el contenido (estaba elaborado con Power point es decir en archivo pps, que es
donde normalmente se elaboran esos mensajes). También repetí la cadena
enviándolo a algunos de mi lista de correo, por eso son e-mail de cadena… Y
ayudan a recordar muchas cosas útiles y prácticas para la vida…
A este punto tengo que señalar un detalle muy bonito de una señora que
vino a la parroquia a inscribir a su hija para la catequesis y que me trajo
para que leyera un ejemplar del libro El
milagro más grande del mundo, de Og Mandino, para que comprendiera que
somos el milagro más grande del mundo. Ya este libro lo había leído en tiempos
de muchacho, al igual que el Vendedor más
grande del mundo; Ok, operación
Jesucristo, y, El ángel número 13,
del mismo autor. Le comenté que ya lo había leído e intercambiamos algunas
palabras sobre el libro que me traía y ella insistió en la idea que yo era el
milagro más grande del mundo (pues es la idea principal del libro: el ser
humano es el milagro más grande que pueda existir en el mundo: la corona de la
creación se diría en términos de antropología teológica), y lo más importante
es la esperanza, por sobre todas las cosas, ideas que presenta el autor con los
famosos memorándums de Dios (véase la edición hecha en México, Editorial Diana,
en su 55ª impresión de enero de 2002, pp. 75-79, Og Mandino, El milagro más grande del mudo). Son
detalles humanos y cercanos, no sé si del tercer tipo, pero sí muy alentadores
que estimulan y que demuestran que hay mucha gente cercana de verdad en estos
momentos en los que se necesita solidaridad solidaria. Nos dimos un abrazo muy
sentido.
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